Cuánta más belleza, más fuera del tiempo y de la pena, más inmortales.

31 diciembre 2015

Hoja de ruta


A ti





Ignoro las razones del porqué
celebro el último día de este año con un poema (¡indefectiblemente ñoño!)
y un ambicioso plan de ruta para el próximo.
Lo ignoro, pero me propongo
capturar al vuelo instantes de belleza
para (si gustas) gozarlos y degustarlos contigo
como delicados sibaritas,
y ahora que estamos a solas, agrandar tu sonrisa  
lo que me hace pensar en lo apetecible de tus labios
y en gestionar los sueños que se encogen y se expanden a un tiempo;
tan livianos como contar gorriones en el cielo
tan trascendentales como la necesidad respirar
tan turbadores como esas emociones que no sabemos nombrar,
y, segundos antes de ese instante, la vida vivida con emoción
o simplemente, vivida
y en ese instante: belleza
inaudita


¿Algo que objetar? 

19 diciembre 2015

Ahora que nos toca decidir


Para mí está claro. No pienso votar a los Populares, pero tampoco me gustaría tener un gobierno tipo Podemos. Ciudadanos (cuya propuesta de supresión del Senado me agrada mucho) me parece una versión light del PP. Al PSOE lo veo podrido, aunque ideológicamente sería el partido con el que más tendría en común, más nunca sería este PSOE, sino lo que debería de representar: la socialdemocracia europea, que de seguro no es el zapaterismo, Rubalcaba o Pedro Sánchez. El problema de la política española es que ha proliferado la dictadura de partido y no emerge la inteligencia, la genialidad, el pensamiento libre. Votaría en blanco si no fuese porque, en esta ocasión, ni siquiera me acercaré a votar; me quedaré en la cama igual, que la música electoral nunca me supo levantar… En el voto (o no voto), como en todo en la vida, cada uno busca sus propias razones y cualquier razón que se encuentre es buena pues, al fin y al cabo, cada uno se representa a sí mismo, o como dicen por ahí: cada cual con su conciencia. (Estoy sorprendida de estar escribiendo sobre el tema; soy extremadamente reservada respecto a mí misma)

Eso sí, si hubiese un partido que dijera: “Se va a suprimir el impuesto de Sucesiones”, entonces yo votaría a ese partido con los ojos cerrados. Sé que es algo subjetivo, una manía personal que tengo, sé que aflora en mí lo puramente visceral, pero me causa una indignación suprema que exista un impuesto que penalice la muerte y que morir sea un hecho impositivo. Conozco a personas que han tenido que renunciar a la herencia por no poder afrontar los gastos fiscales (claro está que no es el caso de los herederos de la Duquesa de Alba, ni de la familia Pujol). Tengo una amiga que está en el paro y que se ha quedado en la calle al no poder heredar la casa de su padre, en la que vivió con él hasta que este murió, por no poder pagar el impuesto. A nivel moral y a ningún nivel ¿qué derecho tiene el Estado a quedarse con su casa?  ¿Por qué el Estado tiene que meter la zarpa en lo que una persona –mucho o poco- ha estado ahorrando con el esfuerzo de toda su vida? ¿Y por qué la doble imposición? Es tan injusto que todos partidos prometen rebajarlo o regularlo, pero hasta ahora ninguno ha dicho: ¡Lo suprimo!

Está claro que, con más pena que gloria, ganará el PP, pero no se sabe con qué diferencia de votos y si va a poder formar Gobierno etc. etc.… Son unas elecciones inciertas y son interesantes en ese sentido, habrá que ver qué panorama. Acaso el voto no es más que una moneda de cambio, un boomerang que te puede dar en plena cara: votas a un candidato, ellos pactan, e invisten a otro.  Me pregunto si las campañas electorales sirven para motivar algún voto, me pregunto a donde van a parar las promesas electorales y por qué su incumplimiento no se recoge en el código penal. Me pregunto y me pregunto, y de fondo –casi imperceptible- suena la voz de José Feliciano con el estribillo de “que será será, será lo que será”.  Charles Baudelaire decía:
“… pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
-¡Es hora de embriagarse!

07 diciembre 2015

Fotografía en blanco y negro


Hay recuerdos que no voy a borrar,
personas que no voy a olvidar.
Hay aromas que me quiero llevar
y silencios que prefiero callar.
(Fito Páez)








Me gusta esa frase que dice que la verdadera patria de un hombre es su infancia. En esos años se vive todo con más intensidad, con mayor entusiasmo, el tiempo discurre mucho más lento y estamos protegidos por esa burbuja –frágil y fuerte a la vez- que es la inocencia. Esta fotografía en blanco y negro es la huella lejana de la inocencia.

El tiempo borró tantas cosas, que parecía que nunca hubieses existido, hasta que, mi hermana (que era amiga de tu hermana) me dijo que habías muerto. No pude evitar que me invadiese el escalofrío y una gran tristeza, y no porque, lamentablemente, no te volveré a ver más (pues no te reconocería después de tantos años), sino porque supe que antes de eso habías perdido a tu esposa y con ella tus ganas de vivir.
   
Mis recuerdos más tempranos se agolpan de manera caótica, formando una maraña difícil de desenredar, pero cuando empiezo a rememorar compruebo que en todos ellos estás tú. Está claro que fui precoz en amores. Tú fuiste mi primer novio a la tierna edad de cuatro años. Un noviazgo oficial y admitido por nuestras respectivas familias a las que les debía hacer mucha gracia. Vivías en el tercer piso y yo en el cuarto y jugábamos en la entrada o en el rellano de la escalera a que tú eras mi marido y yo tu mujer. Nuestro juego siempre consistía en que volvías de trabajar (trabajabas en una oficina imaginaria), aparcabas la moto imaginaria y dejabas la cartera imaginaria al entrar en nuestra casa imaginaria, en la que yo te esperaba cocinando y te daba un real beso de bienvenida. En nuestra visión del mundo todos los maridos eran probos oficinistas y todas las mujeres hacendosas amas de casa. Pero la vida de casados era tan aburrida que los roles que representábamos apenas duraban unos minutos y el juego, idéntica y primorosamente repetido, tocaba a su fin cuando llegaba el beso, como en las películas. Acaso todo el juego era una excusa para darnos un beso, en realidad, lo pasábamos mucho mejor jugando a ser lo que éramos: niños, subiéndonos al tronco del árbol doblado, jugando al escondite y a la pelota o compartiendo juegos con otros niños. Éramos inseparables, siempre cogidos de la mano, éramos felices, la vida era un amanecer siempre nuevo. 

Hasta que un buen día, con mi familia nos trasladamos a vivir a otra casa, en el mismo barrio pero lejos de la tuya. Esa distancia, el colegio, y otros nuevos amigos hizo que nuestra separación fuese indolora, porque en aquellos años la vida era indolora, y porque la ingenuidad es eso, un desconocimiento total y absoluto del dolor. La infancia es ingenuidad y la ingenuidad suele parecerse bastante a la felicidad.

Las laderas del recuerdo a veces desembocan en las playas del olvido, sin embargo, hoy sé que nunca olvidaré cuando me cantabas: “…Tengo una novia que vale, más que la fuente de Roma…” Si nuestra memoria infantil es capaz de almacenar detalles insignificantes es porque en su día esos hechos nos parecieron grandiosos, y en la infancia todo es colosal; tu padre es un gigante, y se parece a Gregory Peck, tu madre es Ava Gadner, la mujer más hermosa del Planeta, tu barrio es la ciudad y tu ciudad es el mundo, y… era grandioso que tú me cantases esa canción.


La infancia puede marcarnos, incluso puede dar color al resto de nuestras vidas pero hoy es una foto en blanco y negro. Mientras la miro, entre la sonrisa y la nostalgia, siento que el tiempo se ha detenido y que el mundo y yo estamos en paz.